Fotografía de Gastón Brito
Debajo del pasamontañas es un estudiante de Corte y Confección en El Alto que espera tener su propio taller para diseñar buzos deportivos. Pero para los transeúntes, Javier Calahumana es un lustrabotas más y la avenida 6 de Agosto es su mina de oro.
Entre la calle Aspiazu y J. J. Pérez se para durante horas para vender sus periódicos del Hormigón Armado, el periódico de los lustras.
A los 12 años, y después de que su madre hubo muerto, como sucede con la mayoría de los lustras, ha vivido en la calle, ha pedido limosna y ha inhalado clefa para engañar al hambre y al frío que carcomen cuando se intenta sobrevivir en la intemperie.
A unos pasos de la sede de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos ofrece sus periódicos, en cuyas páginas ha contado su vida y lo que aspira a convertirse. Hoy a sus 32 años vive con su abuelo y no tiene hijos. Nadie mejor que él para saber que no es chiste tenerlos, hay que tener algo para dejarles, hay que cuidarlos de la calle.
La gente ya lo conoce, le lleva ropa y le compra periódicos. Con el dinero que gana paga sus estudios. Y es que esta mina de oro tiene que servir para eso, para un día tener un taller de confección y colgar el pasamontañas.