Texto y foto Cecilia Lanza
Si de la tierra venimos y allá vamos, la Negra Peralta es prueba. Ella es una de aquellas mujeres –tierra- que reune en su cuerpo a la naturaleza misma en su esencia pura, digamos salvaje. Siempre fue así, desde que como productora o como obrera del arte en varias películas hechas en Bolivia, la Negra andaba con coloridos pañuelos en la cabeza, el cabello negro azabache atado en múltiples trenzas diminutas, con aire africano. Ella era vista como la exótica boliviana de tierras orientales. ¡Qué bella es! decían propios y extraños. Allí estaba la Negra, llevando y trayendo, armando y desarmando escenografías en películas como También la lluvia, Blackthorn, Los viejos o El olor de tu ausencia.
Ella y el aire, el sol, los árboles, la lluvia, los monos o los loros eran la misma cosa. Naturaleza viva. Así que como agüita de río terminó en el campo, allá en Tiquipaya, Cochabamba, donde comenzó a cultivar frutas para hacer deliciosas mermeladas, granolas y vinagres. Luego, junto a su compañero, amante de la botánica y de ella, comenzaron a estudiar las propiedades esenciales de las plantas para extraer de ellas sus jugos sanadores. “Todo lo que le haga bien a mi cuerpo por dentro”, dice ella como respuesta a su propósito. “Soy mi propio conejillo de Indias”, ríe contando qué y cómo hace: lociones refrescantes, jabones, champú en barra, polvo dental, enjuagues, desodorantes y, claro, el repelente con el que todo comenzó, por necesidad, porque cuando cultivaban las manzanas había mucho mosquito. Así que seis años después de experimentar como alquimistas apasionados, de alambique en alambique, crearon Nanai, cosmética absolutamente orgánica que ahora venden en ese precioso espacio que es Casa Mercado en Cochabamba. Del cine al campo, la alquimista.